martes, 31 de enero de 2017

HISTORIA Y ORIGEN DEL VOCABLO

Etimología del vocablo “Criminalística”.
Criminis = Crimen.
Crimen + Inis = Delito grave.
Istica o Ica = Oficio u ocupación.
INDICIO = INDICIUM.
COSA = ELEMENTO (REAL, TANGIBLE Y CONCRETO) “OBJETIVO”.
CRIMINALISTICA no es lo mismo que CRIMINOLOGIA.
INDICIO: se aplica para la investigación inicial, el indicio es una cosa, un elemento real, tangible, concreto, y si es real es objetivo.
POR HECTOR RAUL JUAN: El origen del vocablo fue propuesto a merced de de una visión anticipada del futuro que llevo al juez de instrucción austriaco Hanns Gross a recopilar en el año 1894 un conjunto de conocimientos que entonces se encontraban dispersos en un libro que llamo “El manual del Juez de Instrucción como sistema de criminalística”, dio como resultado que se perdiese el nombre primitivo y se redujese a un vocablo CRIMINALISTICA que originalmente proviene del vocablo Criminis que proviene del latín Criminis, que significa CRIMEN.  En la república argentina se aplico a principios del siglo XX con otra denominación. en otras partes del mundo se lo distinguió como “técnica policial”, “investigación criminal”, “ciencia de la policía judicial”, “arte de la policía judicial”, “policía jurídica científica” y “policía científica”.
Esta última expresión se uso en la provincia de Mendoza hasta el  año 1972, cuando fue cambiado por el rotulo de “criminalística”, el cual perduro hasta 1999 cuando recibe el nombre nuevamente de “policía científica”, de acuerdo a la nueva estructuración orgánica de la repartición policial del estado provincial.
En el año 1961 la PFA adopto la definición oficialmente de CRIMINALISTICA, a instancias del entonces inspector Gral. D. ROBERTO ALBARRACIN, funcionario de gran talento y eminente trayectoria como especialista en la materia.
Los técnicos penetran en lo más profundo de terreno delictivo, iniciándose una nueva era dentro del entorno penal mediante el acople de las pruebas científicas. Los expertos en criminalística son los que valoran y acreditan todos los elementos objetivos inherentes al suceso, desmenuzando cada uno de los detalles que en particular han de develar el acto cometido. El panorama que se les ofrece es como un rompecabezas que exige una meticulosa interpretación y un perfecto armado de cada una de las piezas que componen el acertijo de un hecho criminal son los que poseen la suficiente capacidad profesional para interrogar a esos “Testigos Mudos” que jamás mienten, y quienes luego de un razonamiento especialmente inductivo, encentraran el camino que los lleve a la dilucidación del problema planteado. El examen de los indicios intrínsecos y extrínsecos localizados en el lugar teatro del hecho conducirá favorablemente a la pesquisa en bien de la justicia.
Los detectives del siglo XIX, destacados en el arte de la pesquisa y conocimientos de laboratorio dieron el toque de calidad y señorío a la investigación criminal. A través de sus felices intervenciones y elaborando ingeniosas deducciones analíticas.
A través de esas páginas literarias se adquieren noción de la utilización e importancia de otras métodos para el descubrimiento del delito ya que se forman los primeros laboratorios criminalisticos reales en los cuales se estudian los indicios materiales.
La sociedad mantiene irremisiblemente fuera de las dos clases de hombres, a los que la atacan ya a los que la cuidan. Sucedía que el reclutamiento de los agentes del orden hasta el siglo XIX se efectuaba de forma deplorable.
Henry, jefe de la prefectura, había aceptado que Vidocq, detenido en la penitenciaría de (Bicetre), En el año 1810, organiza un sistema de delaciones retribuidas. En 1817, Vidocq en compañía de una de cena de reincidentes fue puesto al servicio de seguridad, la cual, hasta 1837 solo estuvo formada por condenados. Fue preciso que para hacerse valer, Vidocq y otro ladrón, Cocó Latour, llegasen a organizar robos por su cuenta para que por fin la prefectura de la policía resolviese confiar la persecución de los autores de crímenes y delitos a personas desprovistas de prontuarios judiciales. Ello ocurrió a partir de 1852. Puede, sin embargo, comprenderse que estos personeros de la justicia no inspiraron entusiasmo a sus contemporáneos. Su situación era poco reluciente de origen modesto sin instrucción o muy rudimentario, y con procederes bastante rudos. Una razón de la falta de aprecio que se tenía con la policía era la conjunción, que jamás dejaba de existir en el espíritu público, entre la policía judicial y su vecina la policía política, esta ultima posee una reputación comprometedora y es mejor suprimir toda confusión posible e entre esas dos organizaciones  que tanto difieren entre sus objetivos y en sus procedimientos.

Tiende a desaparecer el policía mediocre y empírico, para transformarse en profesionales idóneos para el cumplimiento del honroso deber social de la seguridad como Loccard, Henry, Bertillon, Reisse y Galton, Vucetich, Fortunado, Rossi, Etcheverry, Vian Carlos, Belaunde y Albarracín.

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